viernes, 27 de octubre de 2017

Trista. Una década contando historias | Parte II

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“Siempre que hablo de mi trabajo digo que soy el Director Creativo, no soy el diseñador, porque hay que dirigir al final a toda esa gente”.
Post que viene de la Parte I

“Al final son una serie de ideas que se van juntando y creando éste proyecto, porque más que una prenda es un proyecto, es una historia, es un cuento, por eso la exposición se llama Una década Contando Historias, por eso no hablamos de hacer ropa, contamos éstas historias.”
“Otro elemento muy valioso en el proyecto es cómo exploramos la silueta, de una manera que refleje el pasado,  nos gusta mucho observar, estudiar, analizar, investigar estos elementos del pasado enfocados a la forma en la que se entiende el cuerpo, no nos metemos mucho al patronaje histórico o habría que generar una silueta más rígida.”
Un  board con toda la investigación de vestidos del siglo XIX y una pieza que resultó de ese análisis que se tradujo en una mezclilla pura bordada con una silueta clásica que resulta al final con un vestido muy actual que se podría lucir con tenis y una pony tail en la calle o con tacones como vestido de ocasión.
Otra pieza es un corsé sin varilla, ni entretela, son siete capas de gasa corrugada que muestra las costuras, se dejaron intencionalmente al aire para que se entienda que hay muchos pasos en la construcción. Hay un vestido que nos remite al pasado sí se piensa en la silueta clásica  a la que se le extrajo el corsé para dejar libre el cuerpo, trabajado en tul de algodón con un resultado contemporáneo.



“La colecciones primeras que hicimos eran muy complejas en su desarrollo y muy costosas llegamos a un punto de quiebre en el que teníamos que pensar el proyecto de una manera diferente, teníamos que hacerlo más rápido  y más barato, decidimos trabajar con patrones modulares, pero dándole riqueza al textil de modo natural. Investigamos con flores y plantas mexicanas y técnicas para teñir, nuestro taller parecía y olía a mercado, a Jamaica.”
Se exhibe un artilugio similar al que tuvieron en su taller con recipientes de cristal, el original llevaba mangueras, que vertían las sustancias coloridas sobre un vestido que al recibir el goteo se impregna de color y vida nueva.
“El proyecto paró por dos años y después reorganizamos la marca. Cuando la re lanzamos decidimos abrir la línea masculina; hay una fuerte experimentación sobre todo en la silueta, el hombre al fin y al cabo al menos en México, es un hombre muy clásico, de una camisa y un pantalón no pasa”.
Cambiaron la cintura, hicieron talles más largos, bajaron los hombros, sisas y tiros,  exploraron una forma diferente de ver el cuerpo del hombre continuando con la experimentación textil. El maniquí del centro muestra dos prendas de mezclilla deslavada que era color índigo, muy pesada, muy gruesa y terminó en un tono crudo, luego de ser lavada hasta llegar a un punto de tratamiento en que no se debía romper pero tampoco debía de mostrar ningún rastro de su tono original. Un equilibrio muy preciso que el portador conocerá aunque la audiencia desconozca. Apreciamos también la exploración de los insumos en prendas en charmeuse de seda, deslavado con una textura aterciopelada, listones de seda y contrastes varios.  
El esfuerzo por ampliar las posibilidades en cuanto a indumentaria masculina es evidente en prendas como la baseball shirt con una camisa de tartán bordado en un tweed doble de lana y la “linda camisa de encaje”  que siempre genera la pregunta en tono de asombro: ¿Un hombre compra esto?  Y la respuesta es no, aquí no. En otras partes del mundo sí, pero aquí no. A final de cuentas la marca siempre trata de transmitir feminidad, no importa si son prendas para hombre o mujer.
“Hay una gran influencia de la cultura japonesa en nuestro proyecto, de alguna manera haber estudiado en Casa de Francia con una directora que trabajó con Yamamoto nos influyó con esa forma de entender el cuerpo que muy diferente a la occidental en la que no siempre hay que delinear ni apretar ni ajustar, más bien hay que soltar y jugar con las formas para descubrir y redescubrir los espacios de uno, es muy importante la forma en la que entienden los materiales, dónde la belleza no radica en lo nuevo ni en lo brillante,  si no en lo viejo, en lo usado, en las cicatrices en lo que tiene toda una historia de uso. Van a ver una serie de detalles en los tejidos, como tramas muy abiertas que parece que llevan años y años de uso, que casi revientan, el tejido te da una historia, un borde de bastilla con metal, que parece que le faltó planchado pero así es el efecto, sedas crudas, deshilados intencionales, todas son referencias importantes en este proyecto.”
Hay prendas creadas hace un año, hay prendas de la primera colección, ropa de hace diez años, todo se contrapone al Trista de ahora, femenino, mucho más etéreo, volátil. Es una manera de enfrentar lo natural al hombre. Algo que se ve muy reiterado en los vestidos, bordados y aplicaciones.  
“Estos espacios hacen falta en México donde la moda pueda percibirse de una forma cultural más que un mero producto, hay que entender que no es sólo el deseo inmediato de compra.  Espacios así nos obligan a entender de manera distinta éste mundo y a abrir diálogos nuevos respecto a la moda. Hay que sensibilizar a la gente sobre los procesos.”







Eso fue lo último que lo escuché decir, y lo leo ahora y me pone una sonrisa en el rostro.





Jimena Jiménez

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